Texto: Octavio Díez Cámara© Fotos: Octavio Díez Cámara©

Los que seguimos desde hace ya varias décadas el ámbito de la Defensa y de la Seguridad hemos leído mucho sobre determinadas operaciones antiterroristas que, en el marco de los ámbitos militar o policial, se han materializado en épocas no especialmente lejanas para acabar, de raíz y con determinación, con aquellos que de forma concreta amenazaban la vida de otras personas.

Acciones como las protagonizadas por el SAS (Special Air Service) británico para acabar con los secuestradores de la embajada Iraní en Londres, el GSG-9 germano para liberar en Mogadiscio a los que viajaban en un avión de Lufthansa, el GEO (Grupo Especial de Operaciones) español para acabar con el secuestro del Banco Central de Barcelona o la intervención de los militares israelíes en el aeropuerto ugandés de Entebbe son conocidas por muchos y han sido ampliamente difundidas. Algunos también hemos leído sobre otra que tuvo lugar en Perú y a la que se designó, recordando una construcción fortificada de los incas, con el nombre de Operación “Chavín de Huántar”.

Recientemente, he tenido la oportunidad de conocer en primera persona más de la misma al visitar, gracias a las gestiones que realizó el comandante Oscar Tataje de las Fuerzas Especiales del Ejército de Perú, un museo que se encuentra cerca de el Callao, a las afueras de Lima.

Allí, he podido rememorar mucho de lo leído y ser informado, tras visionar un exhaustivo vídeo y recorrer acompañado de una militar peruana el espacio, de distintos aspectos que desconocía y que voy a aprovechar para explicaros lo que allí aconteció y daros algunos detalles de todo el proceso que, con una acción final expeditiva, permitió liberar a quienes habían sido tomado como rehenes.

La réplica del edificio principal de la embajada de Japón en Lima es hoy monumento a los héroes que participaron en el asalto de 22 de abril de 1997

 

Situación compleja

La última década del siglo pasado fue especialmente tensa en Perú, un país en el que se sucedían, y aún se suceden, los enfrentamientos entre las fuerzas policiales y militares con diferentes facciones de narcotraficantes o terroristas.

Entre estos últimos se encontraba el auto designado Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (MRTA) movimiento de carácter revolucionario liderado, en la época que nos ocupa por el ex sindicalista Néstor Cerpa Cartolini. Sus seguidores buscaron poner en jaque a las autoridades locales, entonces encabezadas por el Presidente Alberto Fujimori que, con una política que hoy podíamos calificar de no especialmente democrática, formó varios gobiernos para dirigir a los peruanos.

Los miembros del MRTA ll llevaban consigo armas, granadas y otros artefactos que hoy se exhiben en el museo

Cerpa, con algunos de sus correligionarios, pensaron en llevar a cabo una acción que supuestamente buscaba ser reivindicativa y que sus postulados se difundieran a nivel internacional. Planificaron, con bastantes detalles por cierto una acción en un objetivo muy concreto: la residencia del embajador de Japón en Perú. Su propósito lo llevaron a cabo con violencia, e incluso con explosiones para poder superar los muros que protegían el recinto, poco después de las 20 horas del día 17 de diciembre de 1996; el asalto de los 14 terroristas del MRTA, que parece ser había sido adiestrados por ex guerrilleros del salvadoreño FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional), se llevó a cabo mientras en la delegación diplomática nipona tenía lugar la celebración del natalicio del emperador Akihíto a la que asistían más de medio millar de invitados que incluían desde diplomáticos a políticos y militares.

Los efectivos de seguridad de la embajada no pudieron hacer nada y los terroristas se hicieron, con bastante rapidez, con el control del espacio y de los que allí se encontraban. Pocos minutos después comenzaron a llegar fuerzas policiales y de otro tipo que materializaron un cerco físico y de Inteligencia sobre lo que allí acontecía para intentar hacer frente a los intereses del MRTA.

Se establecieron distintos puntos de vigilancia con cámaras y ópticas para observar los movimientos en el lugar y determinar el nivel de amenaza, acciones acompañadas de otras más “diligentes” que incluyeron el hacer llegar a los secuestrados elementos, como una biblia o un mensáfono, que permitieron enviar algunas informaciones a los retenidos y recibir otras sobre lo que hacían los captores. Con el paso de los días, y gracias a acciones como las materializadas por el Comité Internacional de la Cruz Roja, se produjeron contactos que derivaron en que fuesen liberadas mujeres, ancianos, trabajadores y buena parte de los que allí se ubicaban.

En esta biblia se ocultó un micrófono para conocer lo que acontecía en la legación diplomática japonesa

No dejaron salir a aquellos que parecía tenían más valor para sus intereses, un grupo de 72 hombres que pondrían en libertad si las autoridades hacían lo propio con cientos de terroristas en cárceles peruanas, a lo que no se accedió demostrando que hay que ser consecuente y aplicar contra este tipo de actos todos los recursos, incluso los más expeditivos, a disposición de los gobiernos legalmente establecidos.

Los profesionales de los distintos equipos son presentados hoy al público para recordar su valentía

 

La liberación

Desde el primer día se concretaron distintas acciones que intentarían acabar con la amenaza. Se consideró como la más óptima una que protagonizarían Fuerzas Especiales militares del Ejército y la Marina de Guerra de Perú, y se comenzó a trabajar en todo lo relacionado con una correcta planificación que permitiese, si llegaba el caso y las negociaciones no acababan con buen fin, actuar de forma diligente para acabar con los terroristas y liberar a los retenidos.

Este espacio fue usado para ejercicios y prácticas en una fase inicial de la operación

Bajo la atenta mirada de cámaras y periodistas llegados de todo el mundo, fueron pasando los días y la crisis se mantenía. Mientras las noticias por ellos generadas iban siendo conocidas por muchos, otra realidad pasó desapercibida y sólo fue conocida por algunos. Fujimori autorizó preparar una acción militar y comenzaron los preparativos seleccionando a los que la llevarían a cabo y escogiendo un emplazamiento para que iniciasen la preparación precisa del asalto; primero, se adiestraron en un espacio con muros que simulaban ser las diferentes áreas de la embajada y con el paso de las semanas se construyó una réplica a tamaño real de la misma, construida dentro de las instalaciones militares de Chorrillos, donde se ejecutaron todas aquellas prácticas y programaciones que evitarían un baño de sangre entre los secuestrados -había desde ministros a representantes de legaciones diplomáticas de otros países, e incluso militares de muy alto rango- y neutralizarían a los terroristas del MTRA.

Militares peruanos en los ensayos de lo que sería la acción de liberación de rehenes que llegaría meses después

Iban pasando los días, las semanas, los meses,…, y, paralelamente a que mineros peruanos realizaban unos túneles que llevaban hasta distintos puntos próximos de la zona objetivo -se emitían, constantemente y con megáfonos, marchas militares oficialmente para socavar la moral de los terroristas pero que buscaban distraer de movimientos como los propios de evacuación de la tierra extraída en pequeños camiones-, se decidió tomar las últimas decisiones sobre la intervención final para ajustar los detalles de la misma al propósito pretendido por los ejecutantes. De forma especialmente discreta, y en grupos muy pequeños, fueron llegando a los puntos de partida inicial los militares con sus armas y equipos, una acción que se ejecutó de forma pausada y sin llamar la atención de su presencia en vehículos como ambulancias o los propios de suministros logísticos que se ven todos los días por las calles.

Fue relevante la labor de distintos elementos de Inteligencia para conocer más de los captores y sus rutinas

Cuando habían transcurrido 126 días desde la toma de la residencia se activó, teniendo en cuenta informaciones procedentes de cámaras ocultas que se habían introducido en el recinto y de datos que los rehenes hacían llegar al exterior por medio de micrófonos ocultos en una biblia o a través de un mensáfono que se había dado a los retenidos, la Operación “Chavín de Huántar”. Se seleccionó ese nombre una cultura pre inca tenía templos con túneles y se había previsto llegar a la embajada usando accesos también subterráneos.

Recorrimos los túneles que facilitan el acceso a la edificación principal del recinto

Fue el 22 de abril de 1997, tras numerosos fracasos en cuanto a las negociaciones para acabar con el incidente de forma pacífica, cuando llegó el asalto. La acción se inició poco después de las tres de la tarde con la voladura del piso del salón principal donde había varios terroristas jugando con una pelota. Más explosiones, militares haciendo fuego contra terroristas y viceversa, lanzamiento de granadas por parte de estos últimos, movimientos arriba y abajo no especialmente coordinados al verse frenados por distintas incidencias,…, fueron algunos aspectos de unos largos minutos en los que se produjeron muchos disparos y sucesivas explosiones para abrir boquetes por los que penetraban los equipos de asalto a las distintas estancias para ir ocupando toda la legación diplomática. Al final, todos los catorce terroristas -grupo que incluía algunas mujeres- fueron abatidos, uno de los rehenes -el magistrado Carlos Giusti- resultó muerto como consecuencia de una fuerte hemorragia y dos comandos, el teniente Raúl Gustavo Jiménez Chávez y el capitán Juan Valer Sandoval, perdieron su vida como consecuencia de la cruenta lucha que aconteció en la acción antiterrorista de liberación; veinte años después, en abril de 2017, el presidente Pedro Pablo Kuczynski condecoró con la Orden Militar de Ayucacho al estandarte de la “Chavín de Huantar” y el Congreso de la República de Perú declaró héroes de la democracia a los comandos que en ella intervinieron, declarándose justo un año después como defensores de la democracia a mineros y personal auxiliar que realizaron los cuatro túneles que facilitaron el asalto.

Los dos militares peruanos caídos son recordados cono héroes por su sacrificio

 

Hubo varias explosiones para que los militares asaltantes pudiesen acceder al interior de la embajada de Japón

El museo

Hemos tenido la oportunidad de recorrer, con todo lujo de detalle y precisas explicaciones sobre los incidentes de la “Chavín de Huántar”, el museo que rememora buena parte de lo que os hemos explicado. La instalación, es el edificio y áreas anexas empleado durante las prácticas previas al asalto real, un entorno que refleja con numerosos detalles el real y que hoy sirve para recordar el esfuerzo realizado por muchos militares peruanos ya hace más de un cuarto de siglo.

Se pueden conocer detalles de los rehenes que se encontraban en cada espacio y que fueron liberados en el asalto

Al llegar al emplazamiento, tras superar algunos filtros de seguridad pues se encuentra dentro de unas instalaciones asignadas a las Fuerzas Especiales del Ejército de Perú y a la Fuerza Especial Conjunta, nos llamó la atención un pequeño muro lleno de nombres, y a él nos aproximamos. Junto a una pequeña estatua que recuerda a uno de los participantes en la acción de liberación se encuentra un espacio en el que hay nada menos que 195 nombres.

.-La Operación “Chavín de Huántar” fue exitosa en su ejecución y propósito

Son los de los que se vieron involucrados directamente en la “Chavín de Huántar”. A tenor de lo que se explica, hubo siete núcleos distintos en la Fuerza de Intervención a los que se asignaron diferentes tareas. La Patrulla “Tenaz”, incluyó a cuatro efectivos, dos de ellos coroneles, que comandaron la Operación; el Elemento de Apoyo comprendió veinticuatro militares para asumir cometidos de ese carácter; en el Centro de Operaciones Táctico (COT) se encontraban siete hombres liderados por un general; el Grupo de Inteligencia contó con treinta y ocho personas que llevaron a cabo desde poco después de la toma de la embajada y hasta el asalto acciones destinadas a obtener todo tipo de información sobre los terroristas, sus armas, sus movimientos o sus rutinas; el Elemento de Seguridad contó con diez efectivos adicionales y en el Elemento de Francotiradores se incluyeron nada menos que veintidós especialistas en el manejo de rifles de alta precisión que, seguramente, estarían organizados en células clásicas de tirador y observador para, desde la distancia, cubrir a sus compañeros si ello era necesario.

Se realizaron explosiones que hicieron grandes agujeros en el suelo del primer piso y proyectaron esquirlas al techo

La mayor parte del personal se concentró en el Elemento de Asalto que comprendía nada menos que noventa militares del Ejército y la Marina del Perú cualificados como Fuerzas Especiales. Se distribuían en el Grupo “Alfa” y el Grupo “Delta” ambos de Mando y con dos hombres cada uno. Bajo la dirección del primero intervinieron los Equipos 01, 02, 03 y 04, mientras que el segundo coordinó a los Equipos 05, 06, 07 y 08. En cada uno de ellos, que estaban liderados por mayores -comandantes- o capitanes y que incluían armas largas como subfusiles MP5 y Mini UZI o fusiles de asalto tipo AK-47, se incluían entre 9 y 12 efectivos; cada uno de esos ocho elementos de acción participantes en el asalto para neutralizar a los terroristas y liberar a los cautivos se aproximó al emplazamiento por distintas vías y se encargó de, siguiendo los planes previamente establecidos, tomar un determinado espacio o asumir un hito concreto, ejecutando acciones de fuego siguiendo la metodología TIS (Tiro Instintivo Selectivo) que contempla dos disparos consecutivos sobre el pecho y un tercero en la cabeza.

En estos pasillos de la planta superior tuvieron lugar los enfrentamientos directos más violentos entre terroristas y militares

Para que estos últimos pudiesen acceder a la edificación diplomática se construyeron cuatro túneles. Pudimos recorrer alguno de los del museo construidos siguiendo la misma metodología. Nos explicaron sobre la dificultad de avanzar, con armas y equipo personal, por ellos y los problemas que tuvieron algunos equipos al salir al exterior, pues se había dejado una pequeña capa de tierra sin excavar en la que se encontraron raíces que no hicieron nada fácil el salir con celeridad al exterior.

En el recorrido pueden verse numerosas imágenes que reflejan momentos de la acción de liberación

Recorrimos un espacio próximo, conformado con paredes de mampostería, donde tuvieron lugar los primeros adiestramientos y ensayos, pues se simulaban pasillos, habitaciones y otros espacios copiados, gracias a los planos, de lo que era el edificio de la cancillería de Japón en Lima. Al transcurrir las semanas, estuvo lista la réplica y los ensayos y prácticas se trasladaron a la misma. Recorriéndola hoy, varias cosas llaman la atención al visitante tanto neófito como profesional. Nos fijamos en los boquetes que emulan las voladuras controladas realizadas para acceder al interior del espacio donde se encontraban secuestradores y secuestrados; cargas explosivas bien concebidas permitieron hacer en gruesos muros -todo el recinto podría calificarse de “bunkerizado”- agujeros lo suficientemente grande como para que los soldados de Fuerzas Especiales entrasen, deflagraciones que provocaron efectos por proyección, que también hoy se observan, sobre todo en los techos cercanos.

Las explosiones produjeron deflagraciones con efectos vistosos en los techos de los diferentes recintos

Recorriendo el recinto de dos niveles -los retenidos estaban concentrados en el superior al que se llegaba por una escalera semicircular en la que cayó abatido un terrorista- puede verse algún maniquí recreando a los militares intervinientes, distintas imágenes tomadas durante el asalto, fotos y otros recuerdos del capitán y teniente caídos, una interesante maqueta que se mueve para poder visionar mejor los detalles de los movimientos del asalto y varias vitrinas que recogen publicaciones del MRTA o granadas artesanales, granadas reglamentarias, lanzacohetes tipo RPG, fusiles de asalto AK-47 -por cierto, obtenidos de fuerzas policiales en enfrentamientos previos-, revólveres con cañón de 2”,…, que llevaron los terroristas consigo y con los que hicieron frente a los que buscaban, y consiguieron con veinticinco heridos entre sus filas, su total neutralización.

Varias banderas recuerdan el incidente del que aquí os damos numerosos detalles

Conocer más, y con más lujo de detalle, de la “Chavín de Huántar”, ha sido toda una experiencia personal y, como lectores habituales de Tactical Online, he querido trasladárosla como recuerdo y reconocimiento a aquellos militares que la llevaron a cabo arriesgando sus vidas en beneficio de sus conciudadanos.