La protección antibala contra calibres intermedios es muy importante ya, que según distintas experiencias vividas en los últimos años, en la mayoría de ataques los terroristas han utilizado armas largas.

Los cascos de protección actuales, como los certificados IIIA NIJ 01.01.06, sólo pueden detener determinadas municiones de calibres como el 9x19mm Parabellum o el .44 Magnum. Cuando estos cascos son alcanzados por munición de arma larga sufren, a menudo, fuertes deformaciones e incluso son atravesados.

Y por si esto fuera poco, muchos de ellos, tampoco protegen realmente al operador contra las amenazas de determinados proyectiles a cierta velocidad y en determinadas condiciones de temperatura, ángulo de impacto, etc. Esto, en buena medida, es debido a la dramática deformación de la cara interna del casco, golpeando el cráneo y el cerebro. Además, la transmisión de energía es clave en al supervivencia.

Transmisión de energía

En una protección balística de cabeza es tan importante la no perforación y la deformación como la reducción drástica de transmisión de energía al cráneo. La transmisión de una aceleración inusual a la cabeza puede transformarse en daños irreparables en el cerebro o en la espina dorsal. 

La evaluación de la penetración del casco es algo sencillo de verificar y cuenta con numerosas homologaciones, tanto estadounidenses como europeas, civiles o militares. Las NIJ 1981, MIL-STD-662F 1997, VPAM HVN 2009 NIVEL III, etcétera.

La valoración precisa de la transmisión de energía y de la deformación del casco es un protocolo más complejo y cuenta con homologaciones como la NIJ 0106.01 o la VPAM 6 que incluyen mediciones de la aceleración de un dummy -cabeza simulada- durante el disparo. La medida se obtiene por un acelerómetro montado exactamente en el centro del dummy.

Un estudio realizado por instituciones como la Universidad de Virginia, la Uniformed Services University of the Health Science, el United States Army Natick Soldier Center y el Armed Forces Institute of Pathology, ha concluido que los cascos blindados que utilizan habitualmente los soldados y los policías pueden transmitir una energía de 550 a 800 julios con un impacto de un proyectil del 9x19mm resultando que, en cinco de cada nueve casos, se producirían fracturas del cráneo y daños irreversibles en el cerebro.

El casco y su atalaje tienen que actuar como una estructura única que absorba parte de la energía cinética del disparo. Según el tipo de casco, gran parte de esta energía se trasfiere al cuello y a la cabeza del operador.

La protección balística de cabeza ha de entenderse desde varios puntos de vista: físicos, biomecánicos y médicos.

Cuando un casco es impactado por un proyectil, la energía cinética se transmite a través de una zona muy pequeña y el casco comienza su deformación.

El cálculo de la transmisión máxima de energía de un proyectil sobre un casco es complejo, ya que influyen múltiples factores cómo, la masa del proyectil, la deformación del casco, el ángulo de impacto, el ángulo de la superficie impactada, etc.

Se establece el valor límite de 30 julios de transmisión de energía a la cabeza para generar daños neuronales o cerebrales, y de 76 julios, con una densidad de 1,6 j/cm2, para la fractura del cráneo.

La energía cinética del proyectil, durante la penetración de un objeto, se transforma en:

• Energía deformando el proyectil

• Energía deformando el obstáculo y dañándolo

• Calor, generado durante el impacto y la penetración en el obstáculo

• Energía de impacto, esto es la energía transferida al cuerpo que se encuentra detrás de la cobertura de protección

La energía del impacto de una bala es absorbida parcialmente por el material del propio casco, cuya deformación puede ser la base de las lesiones según el contacto. Gran parte de esta energía se transfiere a la cabeza, aplicando sobre ella una aceleración lineal y/o angular, lo que puede ser la causa directa del trauma inercial.

En el ámbito de la protección, los traumatismos en la cabeza inducidos a pesar de la falta de perforación del casco pueden considerarse en los tres aspectos siguientes:

1. Lesiones cerebrales primarias y secundarias de aceleraciones y desaceleraciones rápidas

2. Lesiones traumáticas de la columna y del canal vertebral en la sección cervical, asociadas con exceder los límites fisiológicos de movilidad

3. Lesiones por contacto causadas por la deformación del cuerpo del casco

Las lesiones basadas en aceleraciones y desaceleraciones son consecuencia del movimiento del cerebro y del posible impacto con el cráneo. También pueden provocar excesivos estiramientos, dislocaciones, tensiones parenquimatosas dentro del cerebro y del lecho vascular, convirtiéndose en una causa inmediata de lesión axonal difusa.

El riesgo de traumatismos de la columna cervical es otro aspecto significativo de la transferencia de energía del impacto de bala, que es parcialmente absorbido por el casco. También se aplica ampliamente a la cabeza y al cuello del sujeto afectado, induciendo su aceleración lineal y/o angular. Las fuerzas que actúan sobre la cabeza se transmiten a la columna cervical y si su movimiento, ejercido por la energía aplicada, supera determinados límites fisiológicos, pueden producirse lesiones graves en ella.

En caso de lesiones por contacto, se observa un daño tisular estructural directo, como resultado del impacto de un factor físico externo. En el transcurso del traumatismo contundente en la protección con contacto, prácticamente todos los tejidos, protegidos por una cubierta balística determinada, corren el riesgo de lesionarse.

Las lesiones cerebrales por contacto son el resultado de dos mecanismos principales. El primero, está asociado con la penetración de fragmentos óseos,. Por su parte, el segundo se relaciona directamente con la deformación craneal dinámica. La transferencia de energía del casco a la epicránea y luego al cráneo provoca su deformación y la transmisión de la energía hacia el cerebro.

Conclusiones

1. Los altos niveles de protección de blindaje balístico no garantizan una protección completa de la salud y la vida de aquel que lleve puesto un determinado modelo de casco.

2. Es obligatorio diseñar protocolos de estudio y criterios de evaluación de los cascos teniendo en cuenta los efectos de los traumatismos por transmisión de energía y no solo por perforación y deformación. Por ejemplo, los niveles de energía médicamente permitidos que pueden transmitirse mediante el impacto de una bala y transferirse mediante una protección balística de cabeza al conjunto cabeza-cuello.

3. Las lesiones de cabeza y cuello resultantes de disparos son muy diferenciadas y complejas debido a los diferentes valores de energía, lugares de aplicación y direcciones. Una evaluación extendida de los cascos, con respecto a la transmisión de energía a los usuarios, proporcionará la información precisa base del análisis y permitirá una definición detallada de las características del trauma físico, así como una estimación precisa de los niveles de protección requeridos para el diseño de protecciones balísticas óptimas.

4. En Europa, contamos con la normativa VPAM 3 HVN 2009 que es la primera en introducir valores de energía a la homologación de los cascos. Fija un estándar inferior a 25j. También se aplica la normativa EN 397 de absorción de impactos que nace en la industria.

Este artículo fue originalmente publicado en la Revista Tactical Online Mayo 2021